
La América Latina que conocemos hoy puede girar drásticamente a la derecha mediante golpes de estado simultáneos en todo el continente. Esto se debe fundamentalmente a que la política exterior de Estados Unidos está intentando una nueva estrategia amparada en los valores progresistas que el capitalismo ha fagocitado de la izquierda global.
La política exterior norteamericana es una amalgama de consignas que claman por los derechos humanos, amparadas en la libertad y el progreso como valores conceptuales y simbólicos. Estas consignas se han diversificado y “puesto a tono” con los nuevos tiempos y Joe Biden ha sido cuidadosamente progresista* en la selección de su tren ejecutivo, sus luchas legislativas y su campaña mediática. En todo esto no deja de percibirse un aroma bufonesco, una sensación de teatralidad demócrata que se está implantando en las estrategias de control de la opinión pública gubernamental. Sin embargo a los ojos de los sectores urbanos y profesionales de Estados Unidos, Biden comienza a brindarles una estabilidad, una relativa calma soporífera (recordemos el periodo de gracia que le aseguró Barak Obama a los demócratas, debido a una campaña que cristalizó en su figura las necesidades de las “minorías” estadounidenses) que no encontraban en el discurso matonesco de Trump. Y eso le basta a la oprimida clase trabajadora del imperio.
Con este banderín a cuestas, Biden pretende recuperar espacio e influencia en la ONU. La diplomacia de reuniones y compras de conciencia, abandonando estrados y huyendo de la opinión pública de Estados Unidos pretende salir del foso y usar mascarilla de arco iris. Difícil porque las contradicciones son muy severas en cualquier análisis que se haga sobre la situación de los derechos humanos en lo interno del país, y en lo externo bueno. Ya tú sabes. Sin embargo estas nimiedades no parecen importarle a la nuevas generaciones, voceras del neo-marketing del Partido Obama, con unos Clinton de vacaciones —ojalá eternas— de la actividad política.
Linda Thomas-Greenfield lo avisó en febrero: “el multilateralismo ha vuelto, la diplomacia ha vuelto, y estamos listos para empezar a trabajar en temas como los derechos humanos y cambios en el organismo”. Y como nadie puede oponerse a las luchas por los derechos humanos, (o al menos así nos lo quieren hacer creer los que lo consideran el quinto poder) las cruzadas en la defensa de los derechos humanos poseen un blindaje que en este caso, es mas que una armadura. Es un Caballo de Troya.
Al respecto tomaré un ejemplo muy reciente: A petición de Estados Unidos, Argentina y Brasil están proponiendo una resolución contra la corrupción, especialmente importante estos tiempos de pandemia en la sede de la ONU. Nadie cree que Bolsonaro sea un ejemplo de la lucha anti-corrupción, y menos en el ámbito farmacéutico. Nadie sabe a que juega Alberto Fernández tampoco, y en la propuesta no tarda mucho en asomarse los verdaderos intereses de la potencia imperial: con la consabida consigna de ejecutar una evaluación de las “estrategias y políticas nacionales de lucha contra la corrupción, incluidas las relativas a los agentes no estatales, como el sector privado”, se esconde la ambición imperial de influir en las operaciones del sector judicial en Latinoamérica.
El Caballo de Troya es de titanio, y la preocupación por “el carácter transnacional de la corrupción y la consiguiente necesidad de la cooperación internacional y la asistencia técnica para prevenirla y reprimirla» no esconde la necesidad de legitimar en Ginebra la injerencia que necesitan los halcones para seguir torturando a la América con los «lawfare«, que encarcelan a líderes políticos y los condenan al exilio. Amparados en la necesidad real de los países marginados del continente en materia de lucha contra la pandemia —muchas veces en agonía por la mala praxis de sus gobiernos— Biden pide una carta blanca para poder juzgar y procesar a cualquiera, en cualquier lugar. Es como imaginarse a Bolsonaro poniéndote las esposas por robarte una mascarilla.
Lo que le pone la fresa al pastel es la intención explicita de normalizar el saqueo a las naciones víctimas: Con una actitud cívica y comemierda, bien escondida al fondo del texto Biden nos lanza una curva de nudillos, quizás trabajada en las largas travesías recorridas en el tren de Delaware: es que las acciones requeridas tienen como objetivo “recuperar los activos de origen ilícito que puedan derivarse» de estas acciones criminales. Y si estas acciones son orientadas fundamentalmente a regular los procesos de corrupción de los estados, y estos estados latinoamericanos —a excepción de la Cuba revolucionaria— no tienen infraestructura ni capacidad para producir sus vacunas y elementos esenciales para tratar el virus, quiénes son los proveedores y los jueces? Quiénes controlan los insumos?. A dónde van esos «activos ilícitos»?
Alena Douhan relatora especial sobre el impacto negativo de las medidas coercitivas, y el experto independiente en Derechos Humanos y solidaridad internacional Obiora C. Okafor entregaron un informe poco promocionado por los medios de comunicación al Consejo de Derechos Humanos de la ONU. En el mismo, se encuentran algunas frases que son contundentes: «las emergencias declaradas por Estados Unidos a menudo duran años, y en algunos casos décadas, al igual que las sanciones que autorizan. En lugar de ser verdaderas emergencias, parecen excusas para imponer sanciones indefinidamente«. No quiero ni imaginarme lo que va a hacer el imperialismo en contra de sus enemigos mortales en el continente, y Cuba y Venezuela serán los objetivos esenciales de esta avanzada que procura la aniquilación de los movimientos políticos de izquierda en la región. Pero en la linea de espera estarán Bolivia, Perú, Chile, y cualquier país que asome signos de desconexión con la matrix. Desde «retenciones» de activos públicos en el exterior y personales de funcionarios públicos «sancionados», hasta robo a cara limpia de recursos (cosa en que los británicos tienen una larga y probada experiencia).
Eso sí, la propuesta tiene punch. Austria, Etiopía, Indonesia, Polonia, Eslovaquia y Reino Unido apoyan la iniciativa, en un hermoso cuadro multitonal con potencial en el marketing digital. Justo lo que necesita la maquina aceitada de las transnacionales de la comunicación. Pero, enfrenta un sólida resistencia a pesar de ser adoptada en Ginebra sin votación por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, y Cuba, Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Guatemala, El Salvador y Honduras no firmaron. Tampoco Rusia, China y Francia, que son miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU. Y es que la esfera diplomática multilateral no tiene músculo real para incidir sobre las decisiones fundamentales del planeta, no es capaz de detener a las potencias hegemónicas en su labor destructiva y evidentemente es un contexto diseñado por Estados Unidos post-guerra fría, es decir de dominación absoluta. Pero no es un habitat agradable para los norteamericanos. Todo lo contrario. Es un espacio de vulnerabilidad.
Las potencias emergentes han respondido contundentemente y han anunciado una alianza internacional que encabezan Rusia, China y Venezuela. Tres gigantes energéticos que representan una altermundialidad que necesita ser reconocida, existir. Si con Trump asistimos a una mirada introspectiva del stablishment norteamericano, con Biden estamos en el Sambódromo mientras encarcela a nuestros lideres políticos, asesina a los lideres sociales y manifestantes, asfixia económicamente y promueve golpes de estado y magnicidios a la región. Solo que esta vez necesita la bendición de la opinión pública, y lo quiere lograr de manera triunfal en la que siempre fue su casa. La respuesta es la unión de los pueblos y los cambios efectivos de gobierno en las diferentes regiones. Bienvenidos al ring de la ONU.
Les dejo por aquí una entrevista que tuve en Telesur, en donde abordamos el tema>